Esta es la carta que la fantástica escritora Anaïs Nin, redactó para el Coleccionista, la anónima persona para quien escribía y quien le hizo una -nada acertada- sugerencia: “Menos poesía, sea concreta”.
En cada palabra, Anaïs plasma el sentido del verdadero erotismo. Merece la pena dedicarle una lenta y detallada lectura.
Querido coleccionista: Le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su magia cuando es explícito, rutinario, exagerado, cuando es una obsesión mecánica. Se convierte en un fastidio. Usted nos ha enseñado más que nadie sobre el error de no mezclar sexo con emociones, apetitos, deseos, lujuria, fantasías, caprichos, vínculos personales, relaciones profundas que cambian su color, sabor, ritmo, intensidad.
No sabe lo que se pierde por su observación microscópica de la actividad sexual, excluyendo los aspectos que son el combustible que la enciende: intelectuales, imaginativos, románticos, emocionales. Esto es lo que le da al sexo su sorprendente textura, sus transformaciones sutiles, sus elementos afrodisíacos. Usted reduce su mundo de sensaciones, lo marchita, lo mata de hambre, lo desangra.
Si nutriera su vida sexual con toda la excitación y aventura que el amor inyecta a la sensualidad, sería el hombre más potente del mundo.
La fuente del poder sexual es la curiosidad, la pasión. Usted está viendo su llamita extinguirse asfixiada. La monotonía es fatal para el sexo. Sin sentimientos, sin inventiva, disposición, no hay sorpresas en la cama. El sexo debe mezclarse con lágrimas, risa, palabras, promesas, escenas, celos, envidias, todos los componentes del miedo, viajes al extranjero, nuevos rostros, novelas, historias, sueños, fantasías, música, danza, opio, vino.
¿Sabe cuánto pierde por tener ese periscopio en la punta de su sexo, cuando podría gozar un harén de maravillas distintas y novedosas?. No hay dos cabellos iguales, pero usted no nos permite perder palabras en la descripción del cabello, tampoco dos olores, pero si nos expandimos en ésto usted. chilla ¡sáltense la poesía!. No hay dos pieles con la misma textura y jamás la luz, temperatura o sombras son las mismas, nunca los mismos gestos, pues un amante, cuando está excitado por el amor verdadero, puede recorrer la gama de siglos de ciencia amorosa. ¡Qué variedad, qué cambios de edad, que variaciones en la madurez y la inocencia, perversión y arte…!
Nos hemos sentado durante horas preguntándonos cómo es usted.
Si ha negado a sus sentidos seda, color, olor, carácter, temperamento, debe estar ahora completamente marchito. Hay tantos sentidos menores fluyendo como afluentes al río del sexo, nutriéndolo.
Sólo la pulsación unánime del sexo y el corazón juntos puede crear éxtasis…