¿Estoy dentro de “lo normal” en mis prácticas sexuales?
¿Es “normal” mi frecuencia sexual?
Estas son dos de las dudas más frecuentes que persiguen a muchas personas y que son fuente de gran malestar y preocupación.
Nadie quiere alejarse de la normalidad ni, mucho menos, estar por debajo de ella. Pero… ¿Qué es lo normal? ¿Cuáles son los límites establecidos? ¿Quién los establece?
Lo primero que hay que tener en cuenta y lo más relevante para responder a estas preguntas es la INDIVIDUALIDAD. Si dirigimos la atención hacia nuestro interior y nos guiamos por lo que sentimos, desaparecerán todas nuestras dudas. De esta manera, la pregunta eficaz que podemos hacernos es: ¿Cuál es la frecuencia que me hace sentir bien a mí? Independientemente de la presión que ejercen los mitos sexuales y los estereotipos de género. ¿Cómo me siento realizando determinadas prácticas sexuales? ¿Son satisfactorias para mí?
La coherencia entre lo que siento, pienso y hago me acerca al bienestar.
El hecho de que existan unos datos promedio no significa que nos tengamos que ceñir a ellos. Si dirigimos nuestra sexualidad en función de las estadísticas, corremos el riesgo de fomentar altas dosis de expectativas y, como consecuencia, obtener frustración y desazón. Lo que verdaderamente importa es que cada pareja cree su propia “realidad sexual” en base a sus necesidades y preferencias.
Cuando ya hemos descubierto qué es lo que nos proporciona placer y satisfacción, podemos iniciar un diálogo con nuestra pareja para conocer sus gustos y preferencias. Sólo así podremos enriquecernos con las aportaciones de cada uno y, de la suma de nuestros “yo”, crear un “nosotros” en el que ambos nos sintamos bien y podamos disfrutar de nuestras relaciones sexuales sin incertidumbres ni miedos.
Otro aspecto que no debemos olvidar es el período en el que nos encontramos ni las circunstancias que nos rodean, ya que podrían influir negativamente en la vivencia de nuestra sexualidad si no los tenemos en cuenta. Para lograr encontrar el equilibrio que nos satisfaga, resulta de vital importancia mantener una comunicación constante con la pareja. No se trata de hablarlo una vez en la vida, sino de convertirlo en un hábito de nuestra vida de pareja.
Sintiéndonos libres de expresar lo que sentimos y escuchando a nuestra pareja, nos podremos ir adaptando en todo momento para lograr vivir una sexualidad plena y desde el respeto mutuo.
Es precisamente esta constancia y esta disposición a la adaptación mediante la comprensión de nuestras necesidades y las de nuestra pareja, lo que permite el entendimiento y contribuye a aumentar la satisfacción de ambos.
Recuerda que lo importante no es la cantidad, sino la percepción de calidad.
¡Feliz sexo!
Genial! Cuántas veces nos dejamos llevar por las influencias de la cultura y de nuestro entorno! Lo único que conseguimos es crearnos malestar…