La paz es la lectura de un rostro cuando las cosas han recibido su sentido y su lugar.
Antoine Exupery.
El otro día hablando con un gran amigo pensaba en lo importante que es cerrar temas. Es decir, ocuparse a tiempo de todo lo que va apareciendo en nuestra vida. Los temas pendientes pueden ser desde terminar un informe, pagar una factura, cosas que nos decimos y que no llevamos a cabo (“me voy a cuidar más”, “voy a estudiar para mejorar a nivel profesional”…), o decisiones más importantes como decidir qué lugar quieres que ocupe una relación en tu vida, cómo quieres resolver un conflicto, atreverte a dar ese paso tan crucial para ti y cualquier emoción que necesite ser gestionada e integrada.
Todo lo que vamos dejando pendiente influye en nuestros pensamientos y en nuestros sentimientos y emociones. Por ejemplo, nos mantenemos estancad@s en la insatisfacción y, al mismo tiempo, nos da rabia no ser capaces de tomar esa decisión o nos culpamos por ir posponiéndola. Nos crea un desgaste mental constante y consume energía que nos permitiría enfocarnos mejor en otros aspectos de nuestra vida. Como decía el médico y psicoanalista Fritz Perls, estos asuntos no resueltos son como la comida que hemos tragado sin casi masticar. ¿Qué ocurre entonces? Que nuestro cuerpo requiere de más energía para digerir la comida y nos queda una sensación de malestar físico. Así que hasta que no paramos a atender nuestros temas pendientes, permanecen dando vueltas por nuestra mente creándonos una sensación de intranquilidad y de estar atad@s. Además, cuando vamos acumulando muchas experiencias sin resolver, corremos el riesgo de ir generando ansiedad en nuestro interior e incluso empezar a experimentar ataques de pánico.
Cerrar temas pendientes implica, en numerosas ocasiones, escuchar a los miedos y al dolor, decir adiós y enfrentarse a las pérdidas (además de aceptar aquello que no podemos cambiar). Porque las decisiones hacen que algo nuevo gane espacio en nuestra vida, pero también que algo desaparezca. En el Institut Gomà de Barcelona acompaño a muchas personas en estos procesos en lo que, con cada decisión tomada y con cada paso, la sensación de malestar cede el espacio a la libertad, al bienestar y a la autoconfianza. Porque cuando sentimos que nos ocupamos de nuestra vida, nuestra autoestima y la sensación de realización, aumentan. Y de cada limitación superada por cerrar un tema pendiente, nos llevamos algún aprendizaje. Lo mismo ocurre con la vivencia de nuestra sexualidad, es importante preguntarnos si la estamos viviendo tal y como queremos vivirla y hacer los cambios que necesitamos para sentirnos bien y en paz.
De ahí viene también el éxito de Marie Kondo, conocida como la japonesa del orden, porque promueve la filosofía del deshacernos de todo aquello que ya no usamos o que no queremos y dejar solo aquello que nos genera sensaciones positivas y de bienestar.
Ahora estamos aquí pero mañana… Mañana quién sabe. Quizá puede parecer demasiado típica la frase que anima a vivir el momento presente, pero si la seguimos al pie de la letra, es una de las grandes claves de la felicidad. Hacer que tu vida sea en cada momento tal y como la quieres vivir. Ni “y si…” ni “si hubiera”, ni “si hiciera”. No, escúchate, decide y haz. Tal y como he comentado, decidir implica pérdidas, sí, y precisamente por eso es importante aprender a gestionar las emociones. Llorar lo que tengamos que llorar para quedarnos en paz con ese duelo y seguir viviendo nuestro presente. Construir nuestro propio camino para estar en paz, perdonar (y perdonarnos) y estar en nuestra vida de ahora, de hoy. Y esto no significa no hacer planes de futuro, se trata de disfrutar de cada paso del camino.
¿Qué temas tienes pendientes?
¿Qué asuntos sigues sin resolver?
¿De qué te gustaría liberarte?
¿Cuál es la primera decisión que quieres tomar?
¡Feliz sexo!